UN TNF quiere decir un trastorno neurológico funcional. Describe un problema de funcionamiento del sistema nervioso, un problema de software más que de hardware. Sin embargo, en los últimos años varios estudios han sugerido que las personas con TNF también pueden tener algunos cambios sutiles en la estructura de su cerebro. ¿Es esto cierto? Y si es así, ¿qué significa para nuestra forma de pensar sobre el TNF?
Se han realizado varios estudios interesantes sobre las diferencias en la estructura del cerebro entre las personas con TNF y los controles sanos. En un estudio, el grupo de Carine Maurer, de EE.UU., compararó los escáneres cerebrales de 48 personas con trastornos del movimiento funcional con 55 controles sanos de la misma edad y sexo. Descubrieron que algunas zonas del cerebro, en la corteza cerebral (también llamada materia “gris”), eran más pequeñas en los pacientes con TNF que en los controles sanos. Se trataba sobre todo de zonas del cerebro relacionadas con el movimiento, la sensibilidad, la emoción y las respuestas de “lucha o huida” (1).
Otros estudios han mostrado resultados algo diferentes. Hay un artículo dirigido por David Pérez e Indrit Begue en el que también ha participado Jon Stone, en el que se resumían estos resultados (2). No ha surgido un patrón consistente, pero parece probable que existan diferencias, a nivel de grupo, entre los pacientes con TNF y los individuos sanos.
Los cambios de los que se informa en los estudios son sutiles y a nivel de grupo, por lo que es necesario agrupar las exploraciones de muchos individuos para encontrar una diferencia visible. El enfoque adoptado para investigar estos posibles cambios cerebrales se basa en métodos de investigación que no están validados para uso clínico, y la importancia clínica de estos hallazgos sigue siendo poco conocida. Además, no son detectables en los escáneres cerebrales individuales, que suelen ser normales en el TNF, a menos que la persona padezca otra enfermedad neurológica o tenga un hallazgo incidental en la resonancia (estos son frecuentes y se dan en 1 de cada 6 personas) (3).
No lo sabemos. Podría ser que las personas con TNF nazcan con cerebros estructurados de forma diferente, lo que las hace más propensas a padecer la enfermedad.
Oor otro lado, nuestros cerebros cambian constantemente, se desarrollan y encogen a lo largo de la vida. En este sentido, el cerebro es como un músculo. Si usas mucho una parte, se agranda; si no, se encoge. Por ejemplo, los taxistas londinenses que tienen que aprenderse de memoria todas las calles de Londres tienen un área “de navegación” del cerebro más grande que las personas que no son taxistas (4).
De hecho, se ha descubierto que las personas con trastornos psiquiátricos, como depresión, ansiedad y estrés postraumático, también presentan cambios estructurales en el cerebro, y en un grado similar al de los estudios sobre TNF.
Los cambios estructurales del “hardware” pueden ser importantes porque estos hallazgos podrían fomentar la vulnerabilidad del sistema a frecuentes “fallos del software”. Las alteraciones estructurales se encuentran generalmente en áreas corticales y límbicas que se comunican con las vías sensorimotoras.
Otra posibilidad es que las personas con TNF desarrollen cambios en la estructura del cerebro como consecuencia de padecer la enfermedad, más que como causa de la misma. Esto es lo que ocurre en otras enfermedades neurológicas.
Parece probable que la respuesta se encuentre en algún punto intermedio. Es probable que existan vulnerabilidades estructurales y que la enfermedad también modifique el cerebro.
La TNF tiene una historia muy difícil y estigmatizada. Durante mucho tiempo se clasificó como un trastorno puramente psicológico. En los últimos 20 años hemos descubierto algunas de las causas cerebrales de los síntomas del trastorno y hemos avanzado mucho, pero aún estamos lejos de un modelo definitivo.
Todo esto cambia nuestras ideas preconcebidas sobre lo que es un trastorno neurológico y lo que es un trastorno psiquiátrico. Podemos decir que esta división no tiene sentido, las enfermedades no se deberían clasificar en “neurológicas” o “psiquiátricas”, pues todas ellas se producen en el cerebro.
El nombre de Trastorno Neurológico Funcional describe una afección en la que existe un trastorno del funcionamiento del sistema nervioso. Se llama así en gran parte por la forma en que se diagnostica. Por ejemplo:
Todas estas características clínicas comunes muestran claramente que hay un problema con la función que es mucho más obvio que un problema sutil con la estructura. Si fuera la estructura, la debilidad no mejoraría transitoriamente, el temblor no cesaría transitoriamente y la marcha no mejoraría. Es por ello que”funcional” sigue teniendo un sentido como término.
Desde un punto de vista práctico, entender lo que significan estas características clínicas puede ayudar mucho a las personas con TNF a ver que hay posibilidades de recuperación, que su situación y sus síntomas pueden no ser tan irreversibles como parece a primera vista. Las terapias fisioterapéuticas y psicológicas que se están desarrollando para los TNF ayudan a las personas a comprender estas cuestiones y se basan en ellas para que el tratamiento ayude a “reeducar el cerebro”.
En fisioterapia, si la marcha de una persona mejora cuando va rápido, el fisioterapeuta puede utilizarla para recuperar patrones de marcha “automáticos” más normales. En terapia psicológica, puede ayudar comprender mejor lo raro que es el cerebro y cómo el esforzarse demasiado para hacer un movimiento puede empeorarlo, y más si uno se frustra o se preocupa.
Muchas personas con TNF no pueden mejorar, incluso cuando comprenden la enfermedad y están realmente motivadas para cambiar. Tal vez los cambios estructurales que hemos descubierto o los cambios en la función cerebral sean demasiado difíciles de superar. En este momento no sabemos si es así o no.
La mayoría de las personas con TNF piensan, en algún momento, que debe haber algún daño en su cerebro para causar los síntomas que tienen. Entender cómo los síntomas pueden mejorar transitoriamente y cómo las terapias de rehabilitación pueden basarse en ellos para obtener gradualmente una mayor mejoría es una parte clave del tratamiento clínico.
Es posible que en algún momento tengamos que incorporar la comprensión de estos cambios estructurales a nuestros modelos y a la forma en que explicamos los TNF. Pero por el momento no disponemos de datos suficientes para utilizar esta información de forma clínicamente útil.
Si los cambios estructurales siempre han estado ahí, entonces eso es claramente importante, pero aún no sabemos si representan un obstáculo para la mejoría. Si los cambios estructurales se deben a la enfermedad, tenemos que ayudar a los pacientes a entender que el TNF ha cambiado su cerebro, pero que el tratamiento puede volver a “cambiarlo”.
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